La tumba de Montaigne

Las generaciones de estudiantes que se han sucedido durante más de un siglo en la antigua facultad de ciencias y letras de Burdeos, Paseo Pasteur, eran recibidas por la tumba de Montaigne que ocupaba el lugar central del hall de entrada.

¿Puede imaginarse que las cuatro calaveras coronadas con laureles que decoran la tumba le recordaban cada día la vanidad de las ambiciones humanas “¿Por qué glorificarte, tierra y ceniza1?

Más prosaicamente, la estatua yacente se convirtió en una especie de amuleto de la suerte: el rito, en período de examen, consistía en tocarle el pie para conseguir el apoyo –y el conocimiento - del hombre ilustre!

De hecho, más que de una tumba, se trata propiamente de un cenotafio, es decir de un monumento elevado para la gloria del muerto, pero que no contiene su cuerpo.  Fue esculpido en 1593, parece que por dos ornamentalistas bordeleses, Prieur y Guillermain, un año después de su muerte y a petición de su esposa Françoise de la Chassaigne. Su ubicación en la antigua facultad, después en el Museo de Aquitania que le sucedió a principios de 1980 es legítima.  Efectivamente, Montaigne había sido enterrado en el antiguo convento de los “Feuillants”, construido en este sitio a finales de la Edad Media.

La imagen de Montaigne que nos ofrece este cenotafio es bastante sorprendente.  Está representado yacente, vestido con una armadura de tipo medieval, mientras que en la época en materia de arte funerario las estatuas yacentes ya habían sido remplazadas por orantes que probablemente habrían representado mejor el alcalde de Burdeos o el escritor más que como hombre de armas.  Según los especialistas, la elección no es simple: se trata de la nobleza reciente de la familia de Montaigne (1519) que se ha querido evidenciar más que sus cualidades intelectuales como si el reconocimiento social importase más que cualquier otro.  De cada lado  de la tumba fueron grabados dos epitafios.  Uno, en latín, en la parte decorada, está considerado como el epitafio oficial; vuelve a trazar en el estilo de la época la ascendencia del difunto, los cargos que el garantizó y sus cualidades humanas.  En el otro, en griego, Montaigne apostrofa directamente al lector para recordarle en un estilo enfático de que manera ha sabido ascender al rango de los más grandes.  Allí donde le esperaban sentencias sobre el sentido de la vida y la muerte, podemos leer la autoglorificación de un hombre y es poco probable que el autor de los Ensayos se hubiera reconocido en este texto.  En el pie de Montaigne, conforme a la iconografía medieval, el león simboliza el coraje del difunto.  Tiene la particularidad de tener dos lenguas que los letrados interpretan como una referencia a las dos lenguas de cultura que dominaba el filósofo: el griego y el latín.  Pero podríamos ver también una referencia a sus dos lenguas maternas: el latín y el gascón.

 

 

Foto de la tumba de Montaigne

La tumba de Montaigne, foto perteneciente al ayuntamiento de Burdeos.